Mi
poesía es el aire.
Mi
tormento la nieve que inunda los valles.
Mi
moneda es el agua, la que embauca a los peces bajo las sábanas.
Mi
colega es el viento, el que sacude los velos y amamanta lamentos.
Mi
compañera la nube, la que sube y sube, ella es siempre la que nunca se alude.
…
Y
fui lluvia, por cuerpo de todos, y moje corazones y ojos.
Y
fui enlatada en sardinas bípedas.
Y
anduve durante siglos por parajes descoloridos, azules, comprimidos.
Me
incapacité en mi abrigo, y en mis logros.
Cubrí
como aliados a los silencios y a los
vítores. Les propuse un trato, todo en pos del agrado.
Un
cántico a la lluvia, a la muerte, una oda a la vida en consecuencia.
Me
pare al estar soñando, abril en mis ojos… respiré, incrementé sensaciones, me
inundaron y escaparon por la trastienda.
Quisieron
verme presa, lo consiguieron.
Yo
miraba por la ventana esperando el regreso de aquello huido.
Nunca
quiso, nunca vino.
Estaba
dentro ya, pero huidizo.
Lo
busque fuera, lo insulte, lo mutilé, quizás lo amé.
Lo
ensortijé, lo cameé, lo individualicé, lo trasmuté… diría yo que lo cloné.
Soy
Cloé, arrolladora, ataviada con vestigios de lo que acuno, de lo que lloro.
De
música que acomoda dolores; los encumbra y los retuerce hasta que sucumben y se
caen a tus brazos pidiendo perdón y serenidad.
Tú los
pones en su cajita, meretrices de experiencias.
No
tienen color, son palabras
¿Pueden las palabras hacer color por ellas?
Son
truncadas emociones de las que hablo, de esas que se definen con un sí, con un
bien, con un mañana ya.
Con un
me duermo, con un lo siento, con un no me acuerdo.
eres preciosa.
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