Prostíbulos rojos,
nalgas azules,
sabanas verdes,
agua morada,
sangre amarilla,
labios carmesí.
.
Veneno en el aire,
sonando distante;
fumigando,
fulminante.
...
Casas,
coches,
cunas,
camas,
cimientos domados de la sociedad sucia,
de camadas mudas.
Casas
abiertas con grietas,
melenas al viento inquietas,
caballos trotando,
la hiedra esquivando,
luchando,
contra cárceles de metal trepando.
Nubes de aviones medidos con
cuentagotas,
perros ansían sus vidas,
inquietos desvelos del sueño,
malestar.
Cuadros enmarcados en colores verdosos
que enmudecen los ojos
y el alma agitan.
Como niños en columpios se balancean en
desequilibrio,
cometas en el agua,
caballos en la arena,
tiempo roto de cristales por la
alfombra intentando reunirse.
Cosas que colapsan,
nieves que niegan.
Desechos humanos completando la
manzana;
hinchada de gusanos,
silbando,
esquilando orejas,
enhebrando sables,
cortando cabezas.
Coquetas farolas alumbran beodas,
señoras,
matanzas en sombras.
Pantallas luminosas,
cristales de lluvia,
lagrimas de acero,
de plumas.
Ballestas implicadas en trágicos
sucesos,
angustias que taladran cerebros
compasivos.
Ambos extremos sienten y padecen,
distintos,
cada uno en su precipicio,
lana de caos infinito.
Pretenden ser resistente a impactos de
flechas desamparadas,
desubicadas que solo buscan reposar.
Inmortal comensal en mi mesa;
caerás.
Solano temprano,
corsés
desajustados,
camas desechas,
lámparas abiertas en mano,
cortinas echadas,
en vano sonoras,
pancartas que anuncian lo inexistente,
lo desheredado,
lo inexplicable ante los ojos humanos.
Tan fuerte es, tan poderoso,
compartirlo,
tu destino,
resulta hermoso,
ciego intuyendo el camino,
vertiginoso pergamino.
Lleno de señales,
dudas,
albergo muchas,
de esas que se inmutan ante el
silencio,
sepulcral de la noche,
Futuro limpio y delicado,
que creces como un árbol,
tus ramas están quemadas.
Adoquines inocentemente colocados junto
al viento,
se alimentan de los rabos de los
perros,
de las garras de los gatos.
Suman logros inconscientes,
rendiciones de la mente.
Exigencias de los duelos,
combatientes de la sangre,
son las heces de personas lamentables,
blasfemando contra el aire.
Solo suena sucio al soldar las pautas
establecidas,
un nuevo rey se alza con la corona
en las bragas.
Mienten,
manipulan,
contaminan,
compaginan desdicha con orgullo de
saliva,
pato ebrio de poder, de dinero,
hijo de jirafas,
ya no son reinas de la selva.
Impunemente salen airosos de esas
situaciones acostumbradas,
deliberadas,
pensadas de antemano,
quietos marranos,
malhechores en las sobras y caretas de
payaso con sonrisas de oreja a rabo,
mirándote con descaro,
como si de una mula se tratase coces
deberían daros.
Siguiendo submarinos,
pasajeros del destino,
retos bajos de la vida,
consistentes en la línea.
Limítrofes a resguardo,
revestidos como sombras,
caminantes del Estigia.
Cubiertas de canciones tal veneno de
serpiente,
saladas son las sales que recubren tus
dientes.
Polémico desenlace el tuyo, majestad,
sin embargo poco pides,
¿acierto en lealtad?
Cuidadosamente elegidos los confines
del suburbio,
violentamente balanceados cual columnas
de humo.
Tierras lejanas y oídas,
de sabiendas conocidas,
miticismos que trae el viento,
veracidad en la huida.
Comúnmente presenciado por el túmulo de
gente que abuchean la llegada de cualquier superviviente.
Diferencia en el andar
y presencia en los pasos,
asustaban a cualquiera que pretendiese
conservarlos.
Imitaciones con insignia,
autoevaluaciones lúcidas de compasión
por el respeto perdido hacia el propio corazón.
Significado no busques,
más que el que pretendas asignar.
Miramientos intervenidos,
vete a otro lugar.