Escritos

lunes, 28 de abril de 2014

Elia


Caballo cazador, caballero y tenedor.
Andabas por las calles, silencioso, esquinante, mil vidas te perdiste contando almas grises.
Asomas los hocicos por el pasillo, persigues el ratón amordazado, y a su vil amo.
Te compiten las mejillas, con las del barco bravo, enjaulado que has estado.
Mil cruces has besado, y rocas aplastado, sus garras abrasado.
Susurros de tu ultima escapada, acumulas agallas y naipes, maúllas las caries, sintonizas detalles del baile.

Que la calle no calle, me cambie.
Se cree incesto de ambrosia, intenta la vida convertir en herejía.
Te imprime, te avisa.
 La prisa encasilla, el friso, mosaico de millas.
La sangre coagula en sus lados, carámbanos de anuncios desalentados.
Embucho el deseo del lucio, sus huevas en un prepucio.
Caviar del que comen muchos.


Encima del monte le escucho, correr por la llanura, como un lucho, el verbo es brusco.
Y escaparon sus pájaros de entre sus garras, ansiaba la manada muerta en retirada, a su cueva mil plegarias llegaron de la vieja.
Incipiente ser con afilados caninos y pies.
Y manos que arrancaron sanos y plenos, la vez que salí a comer.
Corrieron los nombres por aguaceros de lava ardiente, subidos en piedras y ratas, sillares de menta y nueces, de condensados vivientes,
 le hirieron en las sienes.


Colgantes de agua roja cayendo por sus bienes, alimenta la carne y saciaba las inundaciones de torrentes, de emociones incipientes que extreman precauciones ante el descontrol.
Muerto quedas contrincante, muerto a tus pies,
 muerto Dante.
.
Caballo esquilaste, un tigre en el tonel, mirando con ojos verdes, un barco inundado, una cabeza de gallo, y un ser pudiente, sediento de lagos, de trompetas en los buzones, de latas en tus cordones.

De años que te pones.
Amigo de mis males contagias tus pensares, dolores de los mares.
Ansió que me acabes, compartes tus mitades, atrácame los pares, inúndate en los bares.




Sincronicidades


Experimentos. 
Juegos. 
Cada sujeto escribe una frase y pasa el papel. 
Sin verlo.
...

Martisse

Botellas
Suspirando colores y sonidos, llenos de cosas como licores y pesadillas.
Allí no había nada.
Solo unas pequeñas luces verdes colgando del techo.
Errantes.
Destructoras de la noche.
Equilibrios sobre un coche.
Termino referido al consumo humano de sustancias psicoalterantes.
Como todos, que hipócritas.
Era primavera y había carnaval en la cuidad.
Todo había cambiado.
Buscando la tuya.
Sabrás reconocerme.
Errante astro, búscate tu tótem, regálale un broche y un sol en la noche.
Ojos de albaricoque.
Test de identidad amorosa.
Se dejó llevar por la música como siempre hizo y…
Lagrimas negras de porcelana, en silencio por su cuerpo rozaban.
Semblantes de treceañeras.
Un sitio donde esconderse.
Rogar piedad, un sitio donde huir.
Alondra carmesí al hombro del príncipe de oro.
Todo lo ves en tus ojos, todo reflejado.
...

Helen

Los despertares nunca le parecieron una buena hora del día.
Tomó un coche y partió al sur…
Llegó allí.
Vio la sangre.
¿Quienes sobrevivieron al incendio?
 Todos asintieron.
Le leían la mente.
“¿pero es la nuestra?”
preguntó con aire preocupado.
“Está realmente guapa”
Pensó.
Y sonrió
Le escupió a la cara y gritó bien alto
 “¡¡Que os jodan!!”
Típicamente desequilibrado.
Para el barco Caronte.
Némesis se expande sobre los niños, piel por piel y todo fresco.
Limpio pero increíblemente suyo.
Akward.
Akward.
Leyó en el periódico la esperada noticia…
¿Qué historia cuentas?
Tus películas son prácticas de ancestros inmediatos que colapsan contra el monte.
Arañas colgando de sus pestañas, sueños enredados en las faldas, abajo…
¿Dónde estas?
El circulo se cerró.
Todo en realidad es un truco.

César

El niño que no paraba de llorar.
Era increíble lo que recordaba del nido.
Me instruí en las líneas finales.
Me gustan mucho las nubes, odio a la gente a la que no le gusten las nubes.
Se montó en un taxi.
Llovía.
Nunca sabia el destino.
Perdidos de anoche.
Me expando y responden.
Los versos del fuerte y los sueños del porche.
Verano de luces, de sexos, de sandalias, sándalos, sangrados, salivas, salvados.
Era una noche cerrada y aquel tejado le hizo pensar: ¿Y si…?
Amor no es serpiente.
Apolo bájate a beber, deja a la luna brillar.
Céntrate en jugar.
Románticos de toda la historia de la filosofía, como uno de los ejemplos de ética estética más, es saber precisamente que es… lo que dejó.
Cantó el gato en el estanque dorado, signo de que pasaría lo ya escrito.
Cantó sobre una alberca, cáigame al pozo.



Palindrome


(Para ella)

Decían que las cucarachas sobrevivirían incluso a un holocausto de madera.
 De humo entre las cenizas y vómitos por las rendijas, indecisas.
Rebosarían de entre los muertos, como cementerios de cojines y piensos.
 Como estandartes de ancestros.
Mi alma, lo siento.


Qué es la lealtad.
Qué es el compromiso.
Una mujer entró en una tienda y compró una sopa de miso.
Pagó con dinero social.
No le importó la suciedad, era visual el compromiso.
Era para los demás.
Primavera del omiso.


 Brillantes aparcacoches en nuestra mansión de jade, con gotas de champan chorreantes como mares, con perlas de alabastro de invitados y madrastras constantes, ofreciente canapés de ganso.
Me miraba a la imagen que reflejaba mi cristal.
Era inhóspita, electrizante, vacía, pero llena de escarcha y de orgias.
Era inquietante como un lápiz azul, tan bello, pudiera iluminar facciones desechas por el viento.
Huracanes en mis adentros.
La confianza se la lleva el viento.
Mi alegría consternada por mirarme en la vida.
Lo siento dulce rosa, margarita de los campos, amapolas son tus labios.
Avestruces en cornisas, golondrinas con anginas.
Escapar por callejones de mugrientos nombres y tomarte un sorbete de limón ,con arena del coche, miramientos de reproche, agonía por tu broche, malparados de la noche.
Las vidas se entrecruzan, delimitan, se amoldan a las vías, pasan los trenes arrolladores y destruyen las arterias de las mismas, muy precisas, con contratos y premisas.
Esto es compromiso.
 Te compro una sopa de miso.
Te la regalo.
Espero que me devuelvas el agrado.


La lealtad es royal, es un caramelo con sabor a sal, a encinar, a marsupial corriendo por llanuras de plexiglás.
Lealtad es hermana del corazón, fueron princesas del valle, hoy sombrío y esquivo, ella necesitó escapar.
El compromiso tomó el lugar.
Dime, ¿cuándo es cuando dejas de cantar?
¿Cuándo dejaste de soñar?
¿Miraste tus pies sobre el alfeizar?
¿Te afeitaste las orejas?
 ¿Te sentiste rea?
Yo lo vi en la prensa, más bien en la ausencia de esta, locura locuaz que hace garabatear ventrículos en los rincones de la felicidad plástica y esquelética, monigotes con tetas.
Millones de hombreras son siervas, pregúntame por mi perra, la hiedra.


Los mordiscos de basilisco te recuerdan a los andares de los ricos, poderosos lunares en lugares prohibidos, alimento de carnes, hoy te huelen a podrido.
¿por qué conozco el paradero?
Porque yo los he mordido.
Tu pelo por la cara me ha caído, he llorado, pero no he gemido.
He compartido.
La lealtad me ha perdido, la mano me ha cogido y en abismos he caído.
Tu anillo en desafío.
 Confiarte a un ciego, con palo y con vahído a cruzar la calle oscura es temerario y es sentido.
Esperaste encontrarme en la acera, parca ratera, verme compungida.
Lo leal sale de dentro, como algún que otro sentimiento, tragármelos y te miento, no quiero sufrir el intento.
Nada tuve yo adentro, lo vuestro, telón, remiendo.
Aparcada en el aparcamiento, comiéndome mis sedimentos, llorando en pavimentos y recogiendo flores de muertos.
Me duele contarte esto.
No eran vuestros los lamentos, eran letargos del tiempo.
Nostalgia que me trae el viento.
Inexistencia del pretérito perfecto, dolor en mis adentros, y veros morir inciertos. 
A ambos yo os quiero.
Chorradas de salinero, en aguas ajenas no nades dentro.
Sin embargo es todo cierto, a ambos os aprecio,
¿dialogar lo que hay dentro?


Tu, princesa del hielo, congelas con fuego las ventanas.
Llenas la habitación de fragancia e inundas los valles de alfalfa.
Entregas miradas a vacas, y a los tuyos cucarachas.
Me se la historia narrada, te cuento la más holgada.
Eres energía sin canal, cemento en las sienes, sabor que no digieres y viento bacanal.
Ardor estomacal.
Una sonrisa de tus ojos puede ser malinterpretada, sin embargo amas al que camina a dos patas, humano lo llamaban.
Centrar en tu tierra, no son todas como esta, territorio de encinas, de vidas, palabras, galantería, y Somalia contenida.
Sollozos en tus esquinas. 




Me recuerda tu color a un agua que me alimentó… lo amé en cuanto entro, me sacudió, y me alienó.
 Compartes su candor.
Lo llamé casa, ese hueco en el pecho era mi estaca, mi lumbre y mi pan, mi llama. Le dedique amaneceres, vidas, bienes.
El amor no es solo lo que se tiene.
El amor, escapada por tus dientes, por senderos intransigentes.
 Palabras que abrochan corrientes, desatan tridentes y rodaran, concernientes, cabezas por la pendiente.
Hablar es de valientes.
Yo creo solo en miradas pudientes, y decir lo que sientes.
Aquí somos videntes.


Me inhibo el disfrute por tenerte presente.
 A él no le puede, es más fuerte su saliente.
Quizás sea más resistente, residente del pasado que abandona su cama por un vente.
A mi no me sale el cuchillo, la lealtad me tira al rio.
Me siento concisa y me resfrío, acuclillada en el olvido.
No son falsas mis palabras, solo que salen del caserío.
Ni me fio ni me rio.
Yo te quiero, y ver contenta.
Circuitos de amor y odio son el mismo.
Recalcar lo que digo: lealtad o compromiso.
Una es una entrega social, y la otra viene de uno mismo.
Yo me entrego a tu raciocinio, invadiendo tus vestigios, con mis ojos, precipicios. 

Espero que entiendas lo que te digo, pues solo sensaciones he trasmitido.
Él cumplió el tratado, jamás ha cobrado, pero
¿realmente encuentras en eso agrado?
Compromiso es de lo que hablo.
La lealtad en un tejado mirando a todos lados, no llorar por no entendido, encender antorchas y apagar ombligos.
Unos días de verano que recuerdas del pasado, fueron puros, fueron tuyos,  fueron mansos, fueron vagos.
Hoy recuerdas los desgarros, llorando lagos.
Fueron bellos equilibrios que cayeron, ruidosamente por el friso de la noche, se besaron y se volvieron broche.
 Los recuerdas como anoche.
Sin embargo hoy solo ves esos ojos de alabastro, que no te permiten indagar en los pasillos, antes de castillo compartido.
Se que hablo lo que digo.
 Lealtad, malentendido.
Lealtad no es ser sumiso, ni compartir la sopa ni el guiso.
 Lealtad fue un castillo de cristal, que se tornó leche con cola cao, y luego un café manchado.
Lo llamaron basura del espacio, moñiga de vaca, diarrea cuántica.
Vacos. 
Lealtad degenerada en su uso ambiguo, intentando adaptarlo al compromiso, ese feo primo frio.


Mi proyecto es que te cures, que te quites la barrera de cemento, que grites a los cuatro vientos el dolor que llevas adentro.
En lo que te he dicho no miento.
Sin embargo no hay fechas ni momentos, son solo sentimientos que llegan de los adentros.
Un te quiero para ti, un espejo de tus ojos en los que me vi.
Un lastimero sollozo por lo que perdí.
 A él un contacto que me devuelva a la realidad.
Lealtad al estilo Don Juan.
A vosotros, joder, a vosotros no se que regalaros.
Me hubiese gustado un lago, con cisnes y barcos, para disfrutar del aire, del mundo, del rumbo, del amo.
 Estar yo cantando.
Disfrutar al veros vagos y tirados sobre la hierba, nadando. 


Supongo que es en vano.
Disfrutar por cada lado, haceros sabios y en la bahía, tras la lucha interna, reencontraros.
No aseguro trayecto en barco, ni aseguro proyecto en blanco.
Nadie dirige la aseguradora, el tiempo, timonel o farola.
  Podridas, maduras o crudas, las frutas que devoras.
Saber sin embargo que soy parte del entramado, con letra pequeña al lado.
Lo siento por el mal trago, pero no serví yo los vasos.
Si me quieres preguntar, hazlo. 

.


(Para él)

Por qué escribo, si sabia que ella jamás lo leería.
No me lo permitiría.
Lealtad que se sirve fría.
Lector, receptor de esta Artemisa.
Estrategia poco prevista.
Sin embargo es lo que pienso.
Lo siento el desconcierto, el asustarte si me pierdo.


Lo servimos en vasos fríos, cada uno desde su piso.
Te lo envío porque esta la opción de lo desconocido.
No entiendo la marca del bicho, me muerde y recapacito.
A veces es difícil saber si te piso, tu juego y tu alijo.
Me complico.
Conejo al ajillo.
Cartas sobre el banquillo y mirar tras los visillos.

El tigre enjaulado fue tendido entre mil manos, avasallado y comprendido por los mas lejanos allegados, sus hermanos.
Agitaron su jaula en vano.
Intentaban contrariarlo y sacarlo del letargo.
Sin embargo el andaba cómodo en su jaula viendo tras los barrotes los tiernos brotes.
Quería carne y garrotes.
El tigre de mi noche.
Mi amigo el de los reproches.
¿Es que ya no la quieres, es que ya no te afecta?
¿Es que olvidas como quien se le cierra una brecha?
Yo entiendo bien mi sitio, sin embargo me encuentro nadando en el rio, sin manguitos.
Yo no te quiero incordiar, nisiquiera sonsacar.
Simplemente que si te quiero tranquilizar he de saber a donde mirar.
Gulitas y champan.
Reír al son, compás.
Dejarme en tu coraza entrar.
Dejarte de agarrar.
Llover y soltar.
Saltar y volar.
Falar.
Bailar.
Follar.


¿No te asusta cantar demasiado?
¿Que las palabras te ahoguen a borbotones?
¿Negar lo negado?
¿Esconderte en lo sano?
Sacarte del lago y encontrar huesos flotando.
Huir de la noche como el calor del verano.
Rogar que te rescate un barco, a nado.
Hundirte en un banco, de arena  y rodar como cantos, de avena.
Orando.
Orfeo, ¿no te darás la vuelta ante mis ojos?
No soy Eurídice.
No soy yo a quien persigues, solo recojo.
¿Crees que te cubriré de hinojos y adversidades como cojos?
¿Siempre saltas de piedras a trampantojos?
¿Crees que las nieves echan sal a su antojo?
Inundas cuadrados y pies en remojo.
Círculos como tus ojos.
Cámara en mano, rastrojos.
Tu duelo en un pozo.
Sollozo.


 Un búho en la noche te entrega una brújula.
El sol alumbra.
Tu pecho se tumba.
Anidan babuchas.
Tus pies a la ducha.
¿me escuchas?
No soy Eurídice.
A ella la dejaste en la ultratumba.
Date la vuelta a ver si te escucha.
Después sal del Hades y aúlla.
Fuego y lucha.


Soy Perséfone, la de las dos caras, la bella y la sádica.
La de las doce pepitas de la granada.
La reina de las balas.
De los muertos y sus amadas.
Mis normas,  gentiles alas.
Sin embargo te pondran trabas.
El contrato del que te hablaba, Orfeo, es caimán y encarnizada.
Sin mar no hay balada.
Madurez, sinceridad y ensaimadas.
Doblegar la fuerza que te amansa.
Sentir los pies en la balsa.
Mar adentro, comparsa.
Una madre que te abraza.
Date una ducha.
Basta.







Sombras en la arena

Mis callos, ensayos.
Mis baños, soñados.
Mis santos, vasallos.
Mis lunas, caballos.


Contadas mil cosas, vislumbro tus duelos, la roca junto estanque merece ser hermosa.
Proyecto mis miedos, mis vuelos, mis tiernos enjambres de manos, de amagos mal dados, remiendos calcinados, apagados.
Animé a imperiosas mujeres, todas ellas rosas, a salir en busca de la villa,  Doña Congoja.
Mil viejas, mil rubias, mil bellas, mil putas, mil cosas, mil sedas, mil sosas, mil joyas, mil brujas.
Me cuelgan los sellos de amantes maltrechos, mis besos no encuentran collares ni amuletos.
Se adhieren a muertos, colmillos del viento, me hablan, me arrastran, me escupen, me saltan.
Tiran de las trenzas de la geisha, la nipona se revuelve, inquieta.
Insostenible pretensión, es incompleta la acción,  con razón no puedo ver lo que sé que hay tras el telón.



Te huelo, te siento, joder que lamento, me pienso, me miento, te miento, me veo comiendo.
Tus huesos, tus manos, tus pies y tu rabo, joder que descaro, la miel a mis labios.  Empapo las blancas manadas de páginas de sueños inertes, fehacientes, de viudas hirientes.
Mil sádicos comenzaron a lastimar y varios de los nuestros comenzaron a gritar. Agitóse la melena, militares y cadenas, vienen raudos, a la espera, exasperada comadreja.
Cobardes de padre sin madre aparente, cobardes de hambre con sedes de dientes.
Abismo de mis botas, bailando a varios sones, me equilibro en la ventana caída, de la multa a la bahía.
 Si te duele pues no pienses, si te duele solo siente, si no duele se desmiente.
No encontrarás palabras pudientes.
Eres grande y eres lista, eres maga y eres druida.
Necesitamos cicatrices, mi cuerpo es sabio.
Delirante de la técnica.
Gracias a mi reina.
Me recomendó la pomada de las monjas.
La dueña de mi campo sin caballo ni faz.
Solitaria loba del desierto, poblado y muerto, tu manada buscas, aúllas, aúllas, aúllas.
 Dejas botellas en los rincones, dejas corales en las paradas, dejas conductas aparentadas, dejas miradas acaparadas.
Y te quedas con nada.


Fluidez la da el agua, conexión la palabra.
 Expresar lo que hay dentro, música de manifiesto y saber lo que pienso, pretérito pluscuamperfecto.
Con colores más fácil, dibujitos de valles, componer mis lamentos, y seda de entalle.
Violonchelo, no miento, aunque algún día me falles, lagrimitas de viento, collarines de sable.

Desprendes fuego


 Maldición de Arquímedes, días felices que me pierdo, por pensar en mis narices,
la época pasada nunca sobrevivirá a la tempestad del tiempo, cicatrices.
Y son estas palabras las que ahogan al viento, las que inhiben pasiones, la que embarcan deshechos, las que matan momentos.
Y todas esas veces que me imagine estar contigo y sin embargo aquí me tienes, desheredada, todas esas veces que te quise dejarme ser, y ahora no le pertenezco ni a mi propia piel.


Increíble mañana soleada de invierno, laguna fría,  inmensa intensidad que alumbra.
Eso es lo único que importa, el sentir sintiendo, un camino entre los bosques, un paseo entre las noches, lunas y aparcacoches.
Anochece y nos acostamos, inundándonos el barco, colchones ovalados incrustados en las comisuras de tus labios.
Imagínate volar esta noche, seria fantástico dejarse llevar, como por la música, que te arrulla,  sintiendo, desechando pensamientos incoherentes.
 Vivir joder, viviendo.
Sentir, no ser.
Sintiendo.
- Y todavía me duelen en el alma las cicatrices, me inunda el recuerdo, preceptos del pienso, besar tus saleros y caerme del cielo.
- Y cual es mi problema joder, ¿cual es?
Incoherencia en los tejados, un ratón que huye de un gato, personalidad doble, bisagras en botes, cerebros veloces, visiones de anoche.
Taladro en un monte, cabezas, redobles.
Quisiera dejarme llevar como una pluma, sorda, colchón de mudas, de monjas, de alturas, de curas.
Vacilante conexión de enlaces, huyo de mi cuerpo, me resguardo en mis adentros, ¿qué intento?
Perdona mis lamentos.
Rezaré en las noches oscuras tragando mi inmensidad obtusa, mi tormento, incestuoso ante mis ojos abiertos.
Sulfuro de tercos y bobos.
Aullido de un lobo.
Historia de todos.

 
Tu sabrás esconderte el dolor, la indisposición, las ganas de mentón.
A mi me hace exorcizar, calambres de calamar, el ser incapaz.
Me abstengo y dispongo a pensar, a dejar de estar.
Anochezco ante mis ojos y no despierto.
Grito desde dentro, enjaulo mis lamentos, que gritan insatisfechos.
Paro, quieta, enjuago los momentos y realmente vuelvo al tiempo, despierto.
Disfruto y entiendo, ni finjo ni miento, me embalso en tus besos.
Joder, que gusto en aumento.
Me abandono y me entrego, pero me siguen mordiendo perros.
Me lanzan con el rabo, parásitos albanos.
 Mi vida en un tejado, saltar sobre los vagos, negarme el cielo ganado.
Los gatos no son sabios, solo campan negros y flacos a dos bandos, como blanco de tus dardos, como flancos de barqueros y sus lagos, salinos y dulces y amargos. Inconexiones de pescuezo, quién quisiera estar loco y quién pudiera ser cuerdo.


Tomate mis palabras como lágrimas de descargo, de las que iluminan el cielo azul, abierto y plano.
Simplemente necesito sacarlo de dentro.
Por estar presente te converso.
Me quedo en lo cierto, beber de tu agua es intenso, adictivo suplemento, hueles a fragancia de sauce y almendro.
Qué bueno.
En mis sueños te tengo y sin embargo me sentí tan mal yo adentro, malgastados pensamientos, circunstancias del encuentro. 
Enséñame como se paran los trenes de la mente cuando se convierten en locomotoras embistiendo, cuando te alienan los reyes.
Rayando la miga del pan me tienes.
Soy el aguacero que acompaña al rio mientras atraviesa cascadas y puentes.
Somos náufragos de vertientes, contingentes, parejos y divergentes.
 Meros supervivientes.


Tranquilizantes sin receta, sinceridad obscena, dormir en vereda, encenderme velas, volar por tus venas.
Sentirme contenta, tranquila y plena.
Efímera perla, en tu intriga te crees bella.
En collares no osaron verla.
No hay valor en perderla, pues te regala su ausencia.
Agradecerte el trato y tratado.
Entusiasta elaborado, alborotado.
Agradecerte el amago, en oro valorado.
Agradecerte que mi afecto no caiga en ojos vagos.
Agradecerte el ser tan franco, sonriéndome con tus dientes blancos.
Necesito paz y agrado.
Lo transcribo y te lo regalo.
Un espejo de tus vanos son mis manos.
Yo quiero ser tu amiga, que me mezas y me enfoques, que no me permitas emborracharme a reproches.
Ser un cachito del broche.
Por todo ello, que pases una muy buena noche.