Escritos

miércoles, 3 de agosto de 2016

Raíz

Cuando lo toco ruge
y llora
y lucha,
pobre animalito.


 Escondido debajo de su caparazón,
cuando lo toco
se agita de saciedad.
De querer más.
De vida,
de muerte.


Cuando toco esa parte oscura,
siniestra y escondida,
me salen borbotones de cilindros coloreados,
de azul,
de rojo,
de medallas de oro,
de malaquita.
Me salen inmensos moratones de palabras,
inmensos maremotos que
en sueños
inundan mi ciudad.


Cuando toco esa parte de mi,
todo se disuelve alrededor,
y solo
existo
yo.
Y
mi interior.
.
No hay
nada más,
no puedo
 focalizar
 nada más.
Sólo eso
 que baila,
mata
bajo la superficie.


Eso,
que hace brujería a media luna,
en la orilla
de alguna cueva
malteada con azucenas
y escarpados rincones de piedra.
Con lagunas inhóspitas 
de color zafiro.
Con inmensos pasadizos
hasta el final 
de los días.
Cuevas subterráneas que descienden
hasta que el tiempo 
vuelve a su vuelta,
y aun así
sigue 
bajando.


Cuando no es aire lo que respiras,
sino
lo que te incita a tocar fondo.
Pero no hay
 fondo.
Es un fondo que puedes decidir ver.
Es un fondo
que se alberga en la pared y se despliega
hasta volverse neutro,
para ayudarte a volver arriba,
a la realidad real.
A la realidad
que no son esas cuevas.
Porque esas cuevas
no son reales.

...

Pero duelen
Y por eso sé que existen
Las siento,
por eso sé que existen.
Las imagino,
las sumerjo en mis entrañas.
Duelen
Pero el dolor no es tomado como una maldición, sino como un regalo.
Cada paso adentro,
 abajo,
 más profundo, 
más oscuro.
Jamás sabes donde estás,
 ni si sigues bajando.
Sólo 
que estas ahí, y puedes sentir
lo que tu respiración hace,
puedes sentir
lo lejos que estas de la superficie.
Puedes sentir lo cada vez más cerca que estas del renacimiento.
De volver a abrir los ojos y verlo todo otra vez.
Nuevo. 


Nos hemos visto algunas veces. 
Unas mas profundamente que otras. 
A veces vuelo, 
a veces nado. 
Pero siempre es oscuro, 
y siempre hay luz.


Nunca entiendo como puedo aguantar tanto tiempo. 
Pero es tranquilizadoramente despreocupante el asunto.
Jamás me golpeé con ningún saliente. 
Algunas veces nadaba recta, 
otras rozando las cavidades agigantadas. 
Jamás cogía aire.
Pero respiraba.
Respiraba 
cada brizna de negruna agua 
que me colapsaba los oídos.
Agarraba cada gota de rocío infinito 
para ponerlo tras mis pies, 
que se sumergían conmigo.


Más profundo
Hasta que la cabeza me dolía, 
y me desprendía de ella
Hasta que el pecho me dolía 
y me desprendia de él.
Hasta que los pies se me enredaban, 
y ya no tenia pies.


Era solamente yo, 
con toda mi estatura, 
buceando hacia la nada infinita de los abismos.
Profundos.
Indeciblemente indescriptibles. 
Ni con palabras, ni con metáforas
Solo con más agua. 
De lluvia, o de ojos
De dicha.
De passion
De vida, y de muerte. 
De verla y pedirle tregua por cada segundo, 
por cada metro interiorizado. 
Por cada colapso.


La ascensión ocurre en cuatro brazadas.
Una vez tocado el suelo, 
nada importa.
Has conseguido llegar a un acuerdo con tu submundo, 
y te has creado una plataforma. 
Hasta aquí navegaras, 
sin riesgo, 
ahora vuelve a la vida 
y descánsate. 



Así siempre.
Cada vez que cierro los ojos, 
cada vez que estoy sola.
Veo negro.
Negro oscuro.
Negro profundamente negro.
Da poder.


Todos los colores intentando imponerse sobre sus propios gustos y tactos.
Es la complejidad de lo inexplicable en un minuto.
En un segundo.
En un jodido color
Negro. 
Cada vez que cierro los ojos. 
Es negro.
Bellísimo negro.
Alomejor algún día fué otra cosa. 
Azul.
Hoy es negro.
Y tengo al sensación de que solamente el negro te permite sumergirte tan profundo.
Y sacar tesoros innéditos, 
imposibles, 
demasiado valiosos para ponértelos sobre los ojos.
Nadie lo sabe.
Yo lo sé.


Mi sombra me cubre mi sol
Mi sombra, 
me ama.
Y yo quiero poseerla
Tenerla mia.
Mi sombre confusa.
Libre.
Atrapada.
Mi sombra, 
es 
una cueva.
Subterránea.


Donde sé que nadie es capaz de nadar, 
donde sé que se ahoga cualquier persona, animal, proyecto 
que se sumerja.
Es mi cueva.
Y lo que obtengo cuando salgo de ella no es comparable 
con ningún gurú mágico 
que me diga 
lo que yo ya se.
Lo que me ha costado 
la vida
 averiguar allí abajo.
Sólo el que me lo confirmen me da 
más miedo, 
al ver el poder que puede producir 
tal sacudida.
El ver que vuelves tan pura 
que ni te entienden.
O tan loca.
O tan recta.
Certera.
Ciega.