Escritos

lunes, 28 de abril de 2014

Palindrome


(Para ella)

Decían que las cucarachas sobrevivirían incluso a un holocausto de madera.
 De humo entre las cenizas y vómitos por las rendijas, indecisas.
Rebosarían de entre los muertos, como cementerios de cojines y piensos.
 Como estandartes de ancestros.
Mi alma, lo siento.


Qué es la lealtad.
Qué es el compromiso.
Una mujer entró en una tienda y compró una sopa de miso.
Pagó con dinero social.
No le importó la suciedad, era visual el compromiso.
Era para los demás.
Primavera del omiso.


 Brillantes aparcacoches en nuestra mansión de jade, con gotas de champan chorreantes como mares, con perlas de alabastro de invitados y madrastras constantes, ofreciente canapés de ganso.
Me miraba a la imagen que reflejaba mi cristal.
Era inhóspita, electrizante, vacía, pero llena de escarcha y de orgias.
Era inquietante como un lápiz azul, tan bello, pudiera iluminar facciones desechas por el viento.
Huracanes en mis adentros.
La confianza se la lleva el viento.
Mi alegría consternada por mirarme en la vida.
Lo siento dulce rosa, margarita de los campos, amapolas son tus labios.
Avestruces en cornisas, golondrinas con anginas.
Escapar por callejones de mugrientos nombres y tomarte un sorbete de limón ,con arena del coche, miramientos de reproche, agonía por tu broche, malparados de la noche.
Las vidas se entrecruzan, delimitan, se amoldan a las vías, pasan los trenes arrolladores y destruyen las arterias de las mismas, muy precisas, con contratos y premisas.
Esto es compromiso.
 Te compro una sopa de miso.
Te la regalo.
Espero que me devuelvas el agrado.


La lealtad es royal, es un caramelo con sabor a sal, a encinar, a marsupial corriendo por llanuras de plexiglás.
Lealtad es hermana del corazón, fueron princesas del valle, hoy sombrío y esquivo, ella necesitó escapar.
El compromiso tomó el lugar.
Dime, ¿cuándo es cuando dejas de cantar?
¿Cuándo dejaste de soñar?
¿Miraste tus pies sobre el alfeizar?
¿Te afeitaste las orejas?
 ¿Te sentiste rea?
Yo lo vi en la prensa, más bien en la ausencia de esta, locura locuaz que hace garabatear ventrículos en los rincones de la felicidad plástica y esquelética, monigotes con tetas.
Millones de hombreras son siervas, pregúntame por mi perra, la hiedra.


Los mordiscos de basilisco te recuerdan a los andares de los ricos, poderosos lunares en lugares prohibidos, alimento de carnes, hoy te huelen a podrido.
¿por qué conozco el paradero?
Porque yo los he mordido.
Tu pelo por la cara me ha caído, he llorado, pero no he gemido.
He compartido.
La lealtad me ha perdido, la mano me ha cogido y en abismos he caído.
Tu anillo en desafío.
 Confiarte a un ciego, con palo y con vahído a cruzar la calle oscura es temerario y es sentido.
Esperaste encontrarme en la acera, parca ratera, verme compungida.
Lo leal sale de dentro, como algún que otro sentimiento, tragármelos y te miento, no quiero sufrir el intento.
Nada tuve yo adentro, lo vuestro, telón, remiendo.
Aparcada en el aparcamiento, comiéndome mis sedimentos, llorando en pavimentos y recogiendo flores de muertos.
Me duele contarte esto.
No eran vuestros los lamentos, eran letargos del tiempo.
Nostalgia que me trae el viento.
Inexistencia del pretérito perfecto, dolor en mis adentros, y veros morir inciertos. 
A ambos yo os quiero.
Chorradas de salinero, en aguas ajenas no nades dentro.
Sin embargo es todo cierto, a ambos os aprecio,
¿dialogar lo que hay dentro?


Tu, princesa del hielo, congelas con fuego las ventanas.
Llenas la habitación de fragancia e inundas los valles de alfalfa.
Entregas miradas a vacas, y a los tuyos cucarachas.
Me se la historia narrada, te cuento la más holgada.
Eres energía sin canal, cemento en las sienes, sabor que no digieres y viento bacanal.
Ardor estomacal.
Una sonrisa de tus ojos puede ser malinterpretada, sin embargo amas al que camina a dos patas, humano lo llamaban.
Centrar en tu tierra, no son todas como esta, territorio de encinas, de vidas, palabras, galantería, y Somalia contenida.
Sollozos en tus esquinas. 




Me recuerda tu color a un agua que me alimentó… lo amé en cuanto entro, me sacudió, y me alienó.
 Compartes su candor.
Lo llamé casa, ese hueco en el pecho era mi estaca, mi lumbre y mi pan, mi llama. Le dedique amaneceres, vidas, bienes.
El amor no es solo lo que se tiene.
El amor, escapada por tus dientes, por senderos intransigentes.
 Palabras que abrochan corrientes, desatan tridentes y rodaran, concernientes, cabezas por la pendiente.
Hablar es de valientes.
Yo creo solo en miradas pudientes, y decir lo que sientes.
Aquí somos videntes.


Me inhibo el disfrute por tenerte presente.
 A él no le puede, es más fuerte su saliente.
Quizás sea más resistente, residente del pasado que abandona su cama por un vente.
A mi no me sale el cuchillo, la lealtad me tira al rio.
Me siento concisa y me resfrío, acuclillada en el olvido.
No son falsas mis palabras, solo que salen del caserío.
Ni me fio ni me rio.
Yo te quiero, y ver contenta.
Circuitos de amor y odio son el mismo.
Recalcar lo que digo: lealtad o compromiso.
Una es una entrega social, y la otra viene de uno mismo.
Yo me entrego a tu raciocinio, invadiendo tus vestigios, con mis ojos, precipicios. 

Espero que entiendas lo que te digo, pues solo sensaciones he trasmitido.
Él cumplió el tratado, jamás ha cobrado, pero
¿realmente encuentras en eso agrado?
Compromiso es de lo que hablo.
La lealtad en un tejado mirando a todos lados, no llorar por no entendido, encender antorchas y apagar ombligos.
Unos días de verano que recuerdas del pasado, fueron puros, fueron tuyos,  fueron mansos, fueron vagos.
Hoy recuerdas los desgarros, llorando lagos.
Fueron bellos equilibrios que cayeron, ruidosamente por el friso de la noche, se besaron y se volvieron broche.
 Los recuerdas como anoche.
Sin embargo hoy solo ves esos ojos de alabastro, que no te permiten indagar en los pasillos, antes de castillo compartido.
Se que hablo lo que digo.
 Lealtad, malentendido.
Lealtad no es ser sumiso, ni compartir la sopa ni el guiso.
 Lealtad fue un castillo de cristal, que se tornó leche con cola cao, y luego un café manchado.
Lo llamaron basura del espacio, moñiga de vaca, diarrea cuántica.
Vacos. 
Lealtad degenerada en su uso ambiguo, intentando adaptarlo al compromiso, ese feo primo frio.


Mi proyecto es que te cures, que te quites la barrera de cemento, que grites a los cuatro vientos el dolor que llevas adentro.
En lo que te he dicho no miento.
Sin embargo no hay fechas ni momentos, son solo sentimientos que llegan de los adentros.
Un te quiero para ti, un espejo de tus ojos en los que me vi.
Un lastimero sollozo por lo que perdí.
 A él un contacto que me devuelva a la realidad.
Lealtad al estilo Don Juan.
A vosotros, joder, a vosotros no se que regalaros.
Me hubiese gustado un lago, con cisnes y barcos, para disfrutar del aire, del mundo, del rumbo, del amo.
 Estar yo cantando.
Disfrutar al veros vagos y tirados sobre la hierba, nadando. 


Supongo que es en vano.
Disfrutar por cada lado, haceros sabios y en la bahía, tras la lucha interna, reencontraros.
No aseguro trayecto en barco, ni aseguro proyecto en blanco.
Nadie dirige la aseguradora, el tiempo, timonel o farola.
  Podridas, maduras o crudas, las frutas que devoras.
Saber sin embargo que soy parte del entramado, con letra pequeña al lado.
Lo siento por el mal trago, pero no serví yo los vasos.
Si me quieres preguntar, hazlo. 

.


(Para él)

Por qué escribo, si sabia que ella jamás lo leería.
No me lo permitiría.
Lealtad que se sirve fría.
Lector, receptor de esta Artemisa.
Estrategia poco prevista.
Sin embargo es lo que pienso.
Lo siento el desconcierto, el asustarte si me pierdo.


Lo servimos en vasos fríos, cada uno desde su piso.
Te lo envío porque esta la opción de lo desconocido.
No entiendo la marca del bicho, me muerde y recapacito.
A veces es difícil saber si te piso, tu juego y tu alijo.
Me complico.
Conejo al ajillo.
Cartas sobre el banquillo y mirar tras los visillos.

El tigre enjaulado fue tendido entre mil manos, avasallado y comprendido por los mas lejanos allegados, sus hermanos.
Agitaron su jaula en vano.
Intentaban contrariarlo y sacarlo del letargo.
Sin embargo el andaba cómodo en su jaula viendo tras los barrotes los tiernos brotes.
Quería carne y garrotes.
El tigre de mi noche.
Mi amigo el de los reproches.
¿Es que ya no la quieres, es que ya no te afecta?
¿Es que olvidas como quien se le cierra una brecha?
Yo entiendo bien mi sitio, sin embargo me encuentro nadando en el rio, sin manguitos.
Yo no te quiero incordiar, nisiquiera sonsacar.
Simplemente que si te quiero tranquilizar he de saber a donde mirar.
Gulitas y champan.
Reír al son, compás.
Dejarme en tu coraza entrar.
Dejarte de agarrar.
Llover y soltar.
Saltar y volar.
Falar.
Bailar.
Follar.


¿No te asusta cantar demasiado?
¿Que las palabras te ahoguen a borbotones?
¿Negar lo negado?
¿Esconderte en lo sano?
Sacarte del lago y encontrar huesos flotando.
Huir de la noche como el calor del verano.
Rogar que te rescate un barco, a nado.
Hundirte en un banco, de arena  y rodar como cantos, de avena.
Orando.
Orfeo, ¿no te darás la vuelta ante mis ojos?
No soy Eurídice.
No soy yo a quien persigues, solo recojo.
¿Crees que te cubriré de hinojos y adversidades como cojos?
¿Siempre saltas de piedras a trampantojos?
¿Crees que las nieves echan sal a su antojo?
Inundas cuadrados y pies en remojo.
Círculos como tus ojos.
Cámara en mano, rastrojos.
Tu duelo en un pozo.
Sollozo.


 Un búho en la noche te entrega una brújula.
El sol alumbra.
Tu pecho se tumba.
Anidan babuchas.
Tus pies a la ducha.
¿me escuchas?
No soy Eurídice.
A ella la dejaste en la ultratumba.
Date la vuelta a ver si te escucha.
Después sal del Hades y aúlla.
Fuego y lucha.


Soy Perséfone, la de las dos caras, la bella y la sádica.
La de las doce pepitas de la granada.
La reina de las balas.
De los muertos y sus amadas.
Mis normas,  gentiles alas.
Sin embargo te pondran trabas.
El contrato del que te hablaba, Orfeo, es caimán y encarnizada.
Sin mar no hay balada.
Madurez, sinceridad y ensaimadas.
Doblegar la fuerza que te amansa.
Sentir los pies en la balsa.
Mar adentro, comparsa.
Una madre que te abraza.
Date una ducha.
Basta.







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