Me prometí
que solamente escribiría
de noche,
como esas mujeres
que han visto tanta oscuridad
que solo
visten de negro.
...
Me prometí que jamás tocaria un pescado
mordido por un anzuelo,
y que
me cuidaria
de las colas muertas
de las lagartijas.
Me prometí que cada sortija seria de
obsidiana,
y que,
cada luna llena,
aullaría
a mis hermanas.
Me sorprendí al ver
que me comprometí,
a ser
esa cascada
sobre el mar arado.
A ser,
esa parte de la
habitación,
a escuchar los ritmos
y
como una burbuja
explotarme
por las paredes.
Las escuché
a todas,
llorar por cada perdida,
corriendo
por las praderas
de los valles.
de los valles.
Volando
por las cortinas de sus
ojos,
tocando cada centímetro
de aire
que vibraba
en cada respiro,
recibiéndolos
como recibe la miel
al ámbar,
como trepan
las hormigas por sus
cáscaras.
Tan expertas
en quedarse
atrapadas.
Tan brillantes
en su piel metalizada.
Me prometí
que no comeria
carne de conejo,
a no ser
que me lo encontrase
muerto.
Y que rezaría
por su blanco cuerpo.
.
Que recordaría a mis
lobas
lobas
en cada bocado,
y acabarían
siendo
sus dientes
los alimentados.
Me prometí,
y me sorprendí
llorando
llena,
llena,
como un sauce,
de tela,
con flores
de almendra,
en mi
cadera.
cadera.
Canela,
orilla
y
rama
y
rama
de la manera
en que me
acalla
su cantinela.
.
.
La luna queda,
desierta y despierta,
entre
las velas.
Recordé
a todas las mujeres
que vivieron
con la tierra,
pero acabaron
enterradas.
A todas las que taparon sus ojos
cuando
atacaron la aldea.
Y asfixiaron
sus gritos,
y
fueron
fueron
perdices,
y
fueron
fueron
gallos.
A
todas las que llegaron a tientas,
pero acabaron tirando
piedras.
...
Soñando
las tire por la ventana
y se
tornaron
perlas.
Cuando se muera mi abuelo,
sabré si fue
verdad
la trompeta,
que toca en su
entierro,
entierro,
mientras tanto,
espera.
Lucha,
por cada gramo de aire que te entra
en los pulmones.
Siente,
cada roce y abrazo
que te
cuando amanezca.
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